Los habitantes indonesios de Julah in Tejakula saben muy bien como deshacerse de diabólicas descendencias. Hace unos días organizaron un extraño ritual para ahogar en el mar a una vaca embarazada de cinco meses que había sido violeada por un habitante del pueblo. La ataron a una lancha y la llevaron 3 Km. mar adentro para que se ahogara, mientras el autor de la cópula tiraba al agua sus ropajes manchados de perversión en una extraña forma de arrepentimiento.

Además tuvo que costear de su bolsillo toda la producción del evento (incluido el precio de la vaca), un ritual llamado "gamya gamana" que se lleva celebrando en el pueblo desde generaciones.

Luh Ketut Suryani, un profesor y activista anti maltrato animal, asegura que dicho ritual no esconde otra cosa que deshacerse del animal por el miedo a la diabólica descendencia, sin tener en cuenta que los cromosomas de ambas especies no se pueden mezclar de manera natural. "La vaca no es culpable, ¿por qué se la ahogó? ¿Por qué no se puede utilizar simbolismos como en el caso del autor de los hechos?". Clama el profesor. Además, hace cuentas. La vaca estaba embarazada de cinco meses y el encuentro amoroso con el hombre se produjo hace sólo dos. También en cuestiones aritméticas el ritual falla por los cuatros costados.

Un conductor del Metro de Madrid ha sido sancionado con un mes de empleo y sueldo por practicar sexo oral con un travesti en la cabina del convoy que conducía entre las estaciones de Sol y Moncloa. Los hechos ocurrieron el pasado 29 de agosto y fueron denunciados por el propio transexual, tras negarse el conductor a pagarle el dinero acordado por el trabajito.

Ambos individuos se enzarzaron en una pelea en el anden de la última estación ante la mirada atónita de los pasajeros, que no podían explicarse la escena: un señor vestido de mujer saliendo histérico/a de la cabina del conductor mientras reclamaba el correspondiente abono de sus servicios.


El conductor (en la foto, volviendo de su dura jornada laboral) llegó a reconocer parte de los incidentes, por lo que se le abrió un expediente por falta muy grave, aunque en el juicio de conciliación posterior la empresa llegó a un acuerdo con el empleado y aceptó su readmisión.

Según fuentes de la compañía, no se puede sancionar a este trabajador por lo que hiciera dentro de la cabina ya que no hay cámaras ni imágenes que lo demuestren, pero sí por introducir a una persona extraña en el puesto de conducción.

Aún así, Metro de Madrid declaró que la seguridad del tren estuvo bajo control en todo momento, aunque el conductor guiara los vagones con los pantalones bajados, "pues todos los trenes de la red cuentan con sistemas de protección y conducción automática". Y es que, al parecer, conducir un convoy de metro está mamado

Nunca el lema "fumar puede matar" fue tan cierto. Un matrimonio malayo fue apaleado hasta la muerte por sus familiares, incluidos sus hijos, en un raro intento por alejarlos del tabaco y sus funestas consecuencias. El ritual sangriento se produjo durante la festividad musulmana de Eid al-Fitr y se llevó a cabo después de que un miembro de la familia recomendara a primos y hermanos dar una paliza al matrimonio para purgar sus penas y así quitarles del feo vicio del pitillo.

Pero algo se les debió ir de las manos. Posiblemente sustituir unos cuantos azotes por golpes con palos y cascos de moto. Una hija adolescente de la pareja, que también fumaba, resultó herida grave y se encuentra en el hospital. Los dos primos que ejecutaron la mayoría de los golpes fueron detenidos y, aunque no fuman, serán condenados a muerte por la justicia Malaya.


Según informes de los medios de comunicación locales la intención de los familiares no era matar al matrimonio, que encima se había ofrecido voluntario a participar en el ritual. Pero lo que en un principio era una ronda de collejas inofensiva se convirtió en un frenético apaleamiento con todo lo que la familia encontró a mano.

Algunos de los miembros de este peculiar clan se cree que pertenecen a un secta prohibida que predica un tipo de islam bastante desviado de las corrientes tradicionales, donde la lapidación suele ser una práctica bastante común para quitar los dolores de cabeza.

Si Dubai, la mayor máquina de hacer dinero sobre la Tierra presume de tener el único hotel de siete estrellas del mundo, Suiza, la opaca caja donde se guarda ese dinero se apunta el tanto de abrir el único hotel del mundo con cero estrellas. 15 huéspedes durmieron por primera vez la noche del pasado jueves en el antiguo bunker nuclear de la ciudad de Sevelen. Además de un negocio de hostelería para los turistas menos pudientes (pasar la noche cuesta entre 6 y 10 euros), el hotel es también el proyecto artístico de los hermanos gemelos Frank y Patrik Riklin. Así, el baño compartido se ha convertido en una fuente con nenúfares y en las pantallas de las paredes se proyectan imágenes del mundo exterior, algo siempre de agradecer durante el invierno nuclear. No en vano, el refugio puede servir como tal en 24 horas, tal y como exige la legislación suiza, que parece dictada por Enver Hoxha.

Las carnicerías son establecimientos donde no se suelen producir robos con el dueño dentro. Dado el gran arsenal de cuchillos y la pericia con que estos autónomos rebanan pescuezos vacunos, los cacos se lo piensan muy mucho a la hora de intentar llevarse la recaudación.

Felipe de la Fuente, ‘Felipín‘, un carnicero de la localidad cántabra Matamorosa (encima) es una excepción. El ha sido la última víctima de la banda del Sordomudo, un grupo de atracadores que llevan meses poniéndose hasta el kiko de chuletones. Su modus operandis es muy particular.

Un hombre entra en la carnicería cuando ésta va a cerrar y se hace pasar por sordomudo. Pide unas morcillas con ruidos y señales y cuando sale del establecimiento se deja intencionadamente la cartera encima de la vitrina.

«Era igual que le voceara -recuerda Felipín-, pues no volvía la cabeza, y, al llegar a la plaza de la calle Curtido, a 20 metros de la carnicería, le alcancé. Al darle una palmada en su espalda, como un resorte dio un brinco y se desmayó. ¡Cómo pesaba y cómo movía los ojos! Me llevé un gran susto y pensé que se moría». Tras ocho minutos de reanimación, el carnicero vuelve a su local y descubre que le han desvalijado.

Y es que el sordomudo sigue siendo el gancho más típico de todo TTS (Timo Typical-Spanish) que se precie. Otra modalidad es la que le ocurrió hace unos días en Badajoz, donde un estanco también fue vaciado en cuestión de minutos por una banda similar.

En este caso el desmayo repentino del sordomudo fue sustituido por un amplio catálogo de efusivas muestras de agradecimiento. Así lo cuenta la dueña del establecimiento. “Cuando le alcancé para darle la cartera me cogió de la mano y no me soltaba; daba la sensación de estar muy agradecido, pero todo era un poco extraño».